Me acordé de cuando le escribía cartas a mi papá siendo muy pequeña, yo, sentada en su silla alta de dibujo. Le decía siempre al final, que lo amaba con todo mi ser.
Me acordé de cuando mi mamá me llevaba de regreso a casa de mis abuelos, y yo la veía desde la ventana, llorando, fuerte, casi ni logrando respirar, mientras se la comía la esquina, cuando ella daba vuelta.
Me acordé cuando disfrutaba tanto los sábados con mi papá, era siempre noche de películas, esas noches siempre me quedaba a dormir con él, comíamos hasta reventar y yo luego quedaba profunda.
Me acordé de cuando a veces mi papá me regañaba, y nos enojábamos el uno con el otro, y él siempre terminaba disculpándose con un brownie y un vaso con leche.
Me acordé de cuando se me caían los dientes, y en las noches los dejaba debajo de la almohada, y al otro día me encontraba con dinero.
Me acordé de cuando me sentaba a ver a mi abuelo trabajar, me gustaba como utilizaba sus manos, y creaba cosas, en especial zapatos.
Me acordé de cuando mi abuela hacía la ensalada de remolacha, y yo siempre le pedía un pedacito, para mirarme al espejo que había en la cocina, mientras me pintaba los labios.
Me acordé de ver llorar muchas veces a mi mamá y sentirme tan fuerte en esos momentos, no entendía que era por lo que tanto lloraba.
Me acordé de mi tío, el que me dejaba alpinette, o a veces hasta relojes en mi mesita de noche.
Me acordé de esos chicles en forma de curitas.
Me acordé de ese programa que tanto me gustaba ver luego del colegio.
Me acordé de las casas miniatura que creaba con cosas, y me metía yo sola ahí, a leer, a ver tv en el miniatura que me habían regalado mis papás para una navidad.
Me acordé de cuando una vez escuché a mis papás queriéndose.
Me acordé de que amaba escuchar a mi abuelo cantar boleros.
Me acordé de cuando me obligué a que desapareciera mi miedo a la oscuridad, aprovechando cada ida de luz, quedándome a solas y poniendo música bajito.
Me acordé de que me gustaba más semana santa que navidad, porque veía más a mi familia unida, compartiendo, y comíamos siempre todo hecho por mi abuela.
Me acordé de que mi mamá me decía manzana rosada y pera madura.
Me acordé del día en que mi prima con solo 7 años, lloraba, se tocaba el pecho, y me decía que me extrañaba, que me amaba con todo su corazón, que volviera ...
Me acordé de que lo que más me daba miedo en la vida cuando pequeña, era perder a mi familia, así solo fuera a uno, siempre miedo a quedarme sola, a no volver a ser feliz, por todas esas cosas sencillas, que hasta hoy vuelvo a recordar.
Durante todo el tiempo que me ha tomado escribir esto, no he parado de llorar, porque me doy cuenta que nunca debí soltar ese miedo, ese miedo a perderlos... Miedo y todo, pero estaba con ellos, y amaba mi vida así, amaba ser esa niña; aunque me doliera más que ahora, el no tener a mamá cada día. Ahora no sé qué hago tan sola, llorando por todo, malgastando mi cariño y evitando ver a mi familia. Una a veces se pierde tanto, que ya le da pena hasta recordar lo bueno, porque ya no parece ser el lugar de donde se viene.